La educación y el inexorable paso del tiempo
Si a Miguel Ángel no le hubieran dejado usar el mármol, hoy no tendríamos el Cinquecento. Si a Mozart no le hubieran dejado usar el piano, no tendríamos música clásica. Por eso tenemos que permitir que nuestros niños y niñas usen la tecnología. Pero, al igual que a Miguel Ángel le enseñaron a manipular el cincel y el martillo –para que hiciera un uso correcto de sus instrumentos sin lastimarse–, y del mismo modo que a Mozart tuvieron que adaptarle el asiento –para que llegara de forma adecuada a las teclas–, nosotros hemos de enseñar un uso correcto de la tecnología y, desde luego, adaptado a la edad de nuestros alumnos y alumnas.
Seguramente, nadie pensó en su día que las dos personas antes nombradas trascenderían a lo largo de la historia por sus creaciones, pues desde la perspectiva del presente no se puede valorar, ni mucho menos marcar como histórica o como un movimiento, una época que está todavía en curso. Eso ocurre décadas, incluso siglos después. Por ejemplo, nos hemos aventurado a llamar «era digital» a nuestro presente, pero poner esa etiqueta es algo que corresponderá a nuestros sucesores.
Tenemos que tener claro que las herramientas del presente son digitales; pero también que los niños y niñas que nacen rodeados de dicha tecnología no podrán manejarla ni la controlarán como es debido, con un buen fin, a no ser que les enseñemos cómo hacerlo.
No se deben perder los referentes del pasado, y la dinámica de las aulas no tiene por qué cambiar. Pero en la actualidad las pantallas han llegado para quedarse, nos rodean y no las podemos suprimir. Por lo tanto, hemos de aprender a coexistir con ellas, incluso a usarlas como palanca para impulsar el cambio, siempre en beneficio de la educación.
Volviendo al origen de este artículo de opinión: los movimientos artísticos y culturales del pasado duraban siglos enteros, pues la difusión y proliferación por todo el mundo no era inmediata. Necesitaba un tiempo para llegar hasta el lugar más recóndito en el que el ser humano podía dejarse llevar e influenciar por las tendencias. Sin embargo, llegados al siglo XX, en el que la globalización empieza a germinar y en el que los medios de comunicación acortan distancias y tiempos, vemos cómo algunos movimientos pictóricos como las Vanguardias tan solo han durado décadas.
En esta supuesta era digital, el tiempo y el espacio se concentran en un solo clic. La constante evolución de la tecnología, de la información y de los códigos del lenguaje lleva un ritmo vertiginoso cuya adaptación es más costosa para los usuarios más longevos en comparación con los más jóvenes.
Por eso cuesta tanto ir, no ya un paso por delante, sino a la par, para poder aprovechar dicha coyuntura dentro de la enseñanza. Esto no nos puede hacer desfallecer en el intento ni perder el horizonte del fin último de la educación. Ni mucho menos, desterrar herramientas que en el pasado siempre fueron más que una ayuda. Nuestra labor es la de integrar y hacer coexistir esta nueva realidad con la metodología y los recursos que siempre hemos tenido al alcance de nuestra mano.
La transmisión de información ha seguido un largo camino evolutivo a través de los tiempos. Los inicios de las representaciones orales hechas a través del teatro dieron lugar, siglos más tarde, a la transmisión oral por medio de la radio. Se consiguió una mayor calidad en la transmisión de información al añadir imagen, gracias a la magia del cine y la gran pantalla. La consecuencia fue un salto posterior a la televisión y la pequeña pantalla, logrando cada vez una mayor concreción y personalización de la información recibida por cada individuo. Hasta llegar al punto actual, en el que cada ser humano tiene su propia pantalla y, por lo tanto, es dueño de la información que quiere o no recibir.
Pero no debemos olvidar que, en todo este tiempo, a lo largo de todo ese camino y a pesar de todos los avances e innovaciones, siempre ha estado a nuestro lado el primer eslabón de esta cadena de difusión y aprendizaje: el libro. Y que, sea en papel o en formato digital, esta herramienta tan valiosa nos seguirá acompañando en nuestro viaje educativo.