¿Qué nos invita a ser curiosos? | Ser maestro
Entendemos por curiosidad como la semilla de la investigación o el interés por una o varias cosas que anteceden a cualquier tipo de aprendizaje. Una cualidad especialmente importante en la educación, y que lo es tanto para los que reciben esa formación como también para los que la imparten. Por eso, y con el ánimo de ejemplificar el peso que la curiosidad tiene no solo en la profesión docente sino en la vida en general, os apuntamos una película y, más que un libro, la presentación en sociedad de un personaje literario que desde su creación en 1887 se ha erigido como el paradigma de la mente inquieta e investigadora, y que a buen seguro sigue siendo uno de los mejores y más completos modelos para cualquier persona curiosa.
Una película… La lengua de las mariposas
Basada en tres relatos escritos por Manuel Rivas para su compilación ¿Qué me quieres amor?, adaptados por el propio Rivas junto al mítico Rafael Azcona y a José Luis Cuerda en 1999, La lengua de las mariposas responde a primera vista a un punto de partida argumental casi prototípico dentro del cine español: Moncho (Manuel Lozano) es un niño que vive bajo el temor de asistir a clase en la escuela de su pueblo, en Galicia, porque se rumorea que los maestros pegan a los alumnos. Pero al contrario de lo que las malas (aunque no por ello menos informadas) lenguas dicen, su maestro don Gregorio (Fernando Fernán Gómez) cree en la observación como base de un aprendizaje para la libertad. Sin embargo, la educación del joven y la relación con su maestro se ve truncada con el estallido de la Guerra Civil española y el acoso del Frente Nacional, tras hacerse con el poder civil y militar de la provincia, a todos aquellos que, como don Gregorio, se oponen a la ideología fascista de los sublevados. Bajo la óptica del director José Luis Cuerda, la situación toma las formas de un relato de iniciación, del tránsito de la infancia hacia la madurez poniendo el foco en el desencanto con el mundo adulto (representado por don Gregorio primero y, más adelante, por los militares del bando nacional), que pasa del acompañamiento y la alimentación de la curiosidad al sometimiento y la cerrazón intelectual. Y además, gracias a las interpretaciones del elenco actoral y especialmente de un Fernán Gómez impecable, supone también una excelente película que apuesta por la investigación y la curiosidad como una forma de educación amplia, transversal y basada en la libertad como un remedio contra un fascismo reduccionista.
Y una novela… Estudio en escarlata
Publicada por vez primera en la revista Beeton’s Christmas Annual, en noviembre de 1887, Estudio en escarlata constituye la primera aparición del celebérrimo Sherlock Holmes y de su no menos conocido y fiel escudero intelectual, aunque más elemental en sus conclusiones, el doctor John H. Watson. Partiendo de una narración en primera persona escrita del puño y letra del propio Watson a modo de diario personal, la acción de Estudio en escarlata comienza en 1878, con el doctor en pleno periodo de reposo (y de recuperación de las heridas sufridas) tras su participación en la segunda guerra anglo-afgana (1878-1880) como cirujano ayudante de uno de los regimientos ingleses. Solitario y prácticamente sin recursos, Watson acaba compartiendo el alquiler de un piso en el número 221b de Baker Street con el misterioso investigador Sherlock Holmes, un hombre adusto y dotado con capacidades analíticas sin parangón. Juntos se enfrentarán a su primer caso cuando a su hogar les llegue una misiva enviada por Scotland Yard, que reclama a Holmes para que les ayude a resolver un asesinato. De este modo, Arthur Conan Doyle (1859-1930) abandonaba definitivamente su breve e infructuosa carrera como médico, que al menos le permitió disponer de mucho tiempo para escribir, y aupaba al estrellato a su más célebre creación. A pesar de que, con el tiempo, la figura de este detective adicto a la cocaína, a la morfina y al crimen -por el que siempre cree verse rodeado gracias a una superdotada capacidad de observación- se hizo harto famosa, el personaje jamás terminó de ser del agrado de Conan Doyle debido a que el éxito de sus aventuras acabó monopolizando su labor como novelista. Las aventuras de Sherlock Holmes gozaron de incontables adaptaciones en diferentes medios, incluso algunas apócrifas, e inspiraron a nuevas generaciones que, ya sea como docentes profesionales o en calidad de alumnos, siguen considerando a Holmes como un ejemplo de los beneficios de convertir la curiosidad en pasión y viceversa. Aun cuando, como ocurre con el detective del 221b de Baker Street, los estímulos de dicha curiosidad sean totalmente selectivos o arbitrarios.
Para saber más:
Artículo: El cine como laboratorio en el aula: una revisión semiótica de la película La lengua de las mariposas, por Otto Roberto Yela Fernández.
Artículo: Sherlock Holmes y la enseñanza de la investigación socioeducativa, por Luis Carlos Morales Zúñiga.