Como su nombre indica, las metodologías activas son aquellas que se definen por activar el aprendizaje del alumnado, impulsando su participación con fines educativos e incluyendo la puesta en práctica de los conocimientos impartidos en el aula y el aprendizaje cooperativo. 

Se definen a partir de los siguientes puntos fundamentales:

• Están centradas en el alumnado, que es quien dirige su proceso de aprendizaje.
• Suele ser altamente participativas, rompiendo con la tradicional transmisión de contenidos que van del profesorado al alumnado.
• Son eminentemente prácticas, ya vinculan el contenido a situaciones o contextos reales.

Dando forma a la activación del aprendizaje

Existen numerosas metodologías que pueden catalogarse como activas. Y aunque posiblemente uses ya algunas de ellas en tus clases, te apuntamos tres de las más utilizadas:

• El Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP): la practicidad de esta metodología, consistente en el desarrollo y evaluación de un proyecto que sea aplicable fuera del ámbito escolar, la hace especialmente motivadora para el alumnado.
• Aula invertida o Flipped Classroom: este método consiste en que el alumnado trabaje en casa los contenidos y utilice el tiempo de clase para resolver las dudas que hayan podido surgirle. Esta inversión, siempre supervisada por el profesorado a cargo, permite que el alumno regule el ritmo de su aprendizaje y se implique en él de un modo más efectivo.
• Gamificación: la traslación de dinámicas propias de los juegos (o de los videojuegos) al ámbito educativo suele funcionar muy bien para animar a la participación del alumnado. El placer que se desprende del acto de jugar convierte el aprendizaje de la materia en algo mucho más vívido y significativo para los alumnos.

Habilidades docentes para activar el aprendizaje

Estas estrategias educativas no se producen solas, si no que dependen de las habilidades comunicativas del profesorado, los materiales utilizados para el aprendizaje, y los espacios y medios donde éste se genera para producir el efecto deseado. Pero vayamos paso a paso, para explicar la importancia de estos tres factores:

• Habilidades comunicativas: la capacidad de motivar pasa por ser capaz de interesar a los demás en lo que se está explicando. Y, a su vez, eso pasa también por ser capaz de transmitir pasión o de aproximar la materia a la realidad del alumnado, muchas veces a través del diálogo o la interacción. Sabemos que puede ser todo un reto, pero si no se tiende ese puente todo lo demás resultará mucho más difícil.
• Materiales utilizados para el aprendizaje: no todos los materiales educativos conectan de igual forma con el y la estudiante. Saber cuál es la forma y el canal para introducir un tema o cuestión en particular puede ser crucial para captar su atención y allanar su camino a la motivación. Si tu alumnado es reticente a la lectura, por ejemplo, proyecta fragmentos de adaptaciones al cine de esas lecturas para introducirlas a través de la comparación, o busca noticias que les resulten próximas y que estén relacionadas con la materia a enseñar.
• Espacios donde se genera el aprendizaje: las limitaciones de espacio suelen ser todo un desafío para el profesorado que desee ampliar o cambiar el lugar donde se enseña. Pero, siempre y cuando estén bien orientados, estos cambios suelen tener una buena acogida. Y a veces son imprescindibles para que el alumnado pueda participar de forma activa y práctica en su aprendizaje. Somos conscientes de que un cambio de escenario no siempre es posible, pero todo centro tiene lugares donde situar el aprendizaje para hacerlo más significativo y dinámico. Y si un cambio de esta naturaleza fuera excesivamente costoso, siempre está la opción de reorganizar el aula de forma acorde a lo que quieras enseñar en ella.

¿Cómo activar la motivación?

Pero ¿cómo hacer que todos estos factores encuentren su lugar en el aula, y más importante todavía, lo hagan de forma efectiva? Te apuntamos unos cuantos consejos que te ayudarán a conseguirlo:

• Haz partícipe a los alumnos y alumnas en el desarrollo de la materia: dependiendo de las dinámicas o las necesidades del grupo clase, puedes facilitar espacios para la participación activa. Por ejemplo, si trabajas con la metodología ABP, permite que el alumnado pueda definir sus propias preguntas para, posteriormente, investigar sobre ellas. 
• Plantea dinámicas que animen a participar: Lanzar preguntas al alumnado para detectar conocimientos previos o ver cómo avanza el desarrollo del temario es una buena forma de contar con su participación. Cuando cuentes con ella debes estar preparado para compartir y gestionar, ni que sea hasta cierto punto, el timón de la clase. Y recuerda que a veces un cambio de roles es suficiente para sacudir la pereza al alumnado.
• Propón actividades grupales: la interacción entre los alumnos y alumnas puede ser muy beneficiosa para motivarlos, y no hay mejor forma de hacerlo que planteando actividades grupales y cooperativas en el aula. Con todo, te recomendamos que tanto al inicio como durante su desarrollo vayas estableciendo los parámetros de la actividad, marcando algunos objetivos a corto plazo para así no perder su control.

¿Utilizas las metodologías activas en tus clases? ¿Cómo motivas a tus alumnos y alumnas? Comparte tus reflexiones con nosotros y este post con tus contactos.

Para saber más:

Artículo: Impacto de las metodologías activas en la motivación y rendimiento académico de estudiantes en educación secundaria, por Maynor Alirio Gaitan Hernandez y Rocío de la Cruz Hernández.

Video: ¿Cómo interviene la motivación en el aprendizaje de los niños?, por Chema Lázaro.