IA Generativa en educación: desafíos y oportunidades
La utilización de la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) por parte del estudiantado durante el pasado curso ha puesto en guardia a al menos una parte de la profesión docente.
El auge de nuevas y sofisticadas aplicaciones que utilizan la IAG que parecen multiplicarse día tras día, o su utilización para acometer tareas mecánicas (y no tan mecánicas) en un abanico de profesiones cada vez más amplio, han hecho cundir la urgencia dentro del sector educativo ante una tecnología que parece haber llegado para quedarse, y que podría cambiar el modo en el que el alumnado se relaciona con el aprendizaje reglado tal y como se entiende en muchos entornos educativos.
Una nueva situación que genera no pocos recelos entre el profesorado ante un futuro en el que posiblemente se convertirá en una herramienta educativa más, siempre y cuando sepamos utilizarla en favor del aprendizaje de nuestros alumnos y alumnas.
Conociendo la IAG
Según la UNESCO, entendemos por Inteligencia Artificial (IA) una tecnología hecha a partir de datos, hardware y conectividad que es capaz de simular determinados aspectos de nuestra inteligencia como podrían ser la percepción, la solución de problemas, la interacción lingüística o, en un extremo aun rodeado por la controversia, la creatividad.
Pero a diferencia de otros sistemas de IA, la generativa se define como aquella capaz, precisamente, de generar contenidos, tal y como quedó ampliamente demostrado el 29 de noviembre de 2022, cuando la compañía OpenIA dio acceso abierto al hoy célebre ChatGPT, probablemente la herramienta de IAG más popular de las existentes. Se trataba de su tercera versión, y era capaz de dar una respuesta unívoca a cualquier pregunta que pudiera hacerle su usuario o de elaborar un texto, una imagen o un video en un abrir y cerrar de ojos a partir de unas pocas directrices, llamadas prompts, entre otras posibles aplicaciones.
Entre el recelo y la esperanza
Como era de esperar no tardaron en saltar algunas alarmas ante la falta de regulación de esta nueva y potente tecnología, que cuenta entre sus sombras su posible utilización para desinformar (la Comisión Europa está tomando cartas sobre ello, ni que sea lentamente), los sesgos que contiene, o en la opacidad de sus fuentes y los derechos de propiedad intelectual que los conforman, además de en su probable impacto en algunas profesiones o ámbitos como puedan ser el de la educación reglada.
En este último campo, y replicando hasta cierto punto reacciones pasadas ante el auge de los teléfonos móviles, Internet o, incluso, las calculadoras, los exámenes, trabajos o tareas quedaron bajo sospecha, poniendo en apuros la confianza depositada por el profesorado en estas formas de evaluación del aprendizaje del alumnado. No tardaron en surgir herramientas de detección antiplagio, aunque su relativa fiabilidad y limitaciones cuentan con la importante oposición de otras herramientas capaces de hacer prácticamente indetectables los contenidos elaborados por IAG.
Pero existen también voces, cada vez más numerosas, que abogan por la convivencia entre IAG y la educación desde un uso ético de esta tecnología para invalidar su utilización como sustituto de la memorización en el aula y potenciar otros aspectos fundamentales de la educación de hoy como puedan ser el desarrollo del pensamiento crítico del alumnado o la alfabetización digital.
Dos caras de una misma moneda
El pensamiento crítico y una alfabetización digital bien entendida son dos conceptos estrechamente vinculados hasta el punto en el que podríamos considerar que el segundo es, en parte, una aplicación del primero al ámbito de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).
Pedagogos de la talla de John Dewey o Paulo Freire ya apostaban en sus respectivos momentos por el pensamiento crítico como motor de una alfabetización educativa que rompa con la pasividad de los aprendices, a través del razonamiento lógico y el pensamiento abstracto. Un pensamiento crítico que permite tomar una determinada distancia respecto al orden de las cosas, abriendo la puerta a una mayor autonomía de las personas que no caiga en la fe ciega en la propia intuición, si no en la necesidad de buscar evidencias que refuten o descarten la veracidad de lo que se nos plantea para poder posicionarnos y actuar de forma más libre, responsable y consciente. Algunos efectos de este pensamiento crítico serían entonces los de un mayor respeto y hasta empatía hacia otras personas o formas de pensar o el desarrollo de la capacidad de reflexión y del sentido de la autocrítica, entre otros.
Aplicado a la alfabetización digital, este pensamiento crítico ejerce de pilar fundamental para desarrollar la capacidad de realizar juicios de valor acerca de la información a la que se accede a través de los dispositivos TIC, saber cómo contrastar esa información para comprobar su veracidad, o valorar el uso de herramientas digitales y también no digitales para conseguirlo. Una serie de habilidades que hasta hace bien poco se centraban especialmente en combatir la desinformación que se produce a través de las TIC, pero que resultan igualmente útiles para desmitificar el uso de la IAG en el aula y así hacer de ella una herramienta cuyo valor educativo dependerá fundamentalmente del uso que sepamos darle.
Como incorporar la IAG al aprendizaje del alumnado
Tanto el pensamiento crítico como su consiguiente alfabetización digital pueden trabajarse en el aula a través de unas sencillas actividades con IAG de las que os proponemos una pequeña muestra, y que podéis llevar a cabo en las versiones de acceso gratuito de algunas de estas plataformas, con la esperanza de abrir las puertas a una integración, siempre crítica, de esta tecnología en el aula:
- Generación de prompts: Contrariamente a lo que puede pensarse, la IAG no siempre da la respuesta correcta debido a que, muchas veces, no se ha planteado la pregunta de forma adecuada. Contrastando fuentes, y revisando la veracidad de la respuesta obtenida, el alumnado puede desarrollar su alfabetización mediática hasta elaborar la pregunta adecuada a algunas de las cuestiones que se traten en clase.
- Sacar a relucir sesgos informativos: Lejos de ser una herramienta objetiva, la IAG se fundamenta de fuentes inevitablemente sesgadas. Y lo hace través de procesos no siempre transparentes. Un buen ejercicio para sacar a la luz este sesgo es el de pedirle que elabore una imagen sobre una situación o colectivo en conocimiento del alumnado, y establecer con este un debate razonado sobre la presunta objetividad de esta imagen.
- Impulsar la reflexión lingüística: Pedid al alumnado la redacción de un texto en el que deban reflexionar sobre alguno de los temas tratados en vuestras clases. Posteriormente, pedidle a un programa de IAG que haga lo mismo para así poder comparar los documentos hechos por el grupo clase con el elaborado por la Inteligencia Artificial. Bajo la forma de un debate abierto, estableced las diferencias existentes y reflexionad sobre el porqué de las mismas.
Estas son solo unas pocas de las muchas actividades que pueden aplicarse en el aula, y que podéis sumar a aquellas que estéis llevando a cabo o penséis emprender durante este curso 2024-2025 ¿Cuáles son? Os pediríamos las compartierais con nosotros y, al igual que este post, también con vuestros contactos.
Para saber más:
Artículo: La nueva realidad de la educación ante los avances de la inteligencia artificial generativa, por Francisco García-Peñalvo, Faraón José Llorens-Largo y Javier Vidal.
Enlace: Foro Global sobre la Ética de la IA 2024, a iniciativa de la UNESCO.