¿Por qué decidiste ser maestro/a? La vocación| Ser Maestro

10 de Abril 2019

¿Por qué decidiste ser maestro/a? La vocación| Ser Maestro

Ser Maestro

Pese a ser un término de múltiples acepciones, entendemos la vocación como una inclinación personal a un estado, profesión, carrera o incluso religión. Aunque, si nos ceñimos a lo laboral todos sabemos de vocaciones que no se consuman en profesiones regladas y, al contrario, también de profesionales que carecen de una mínima entrega o vocación por sus labores. Pero, en cualquier caso, la de la vocación es una cualidad especialmente valorada en ámbitos como el educativo -un sector laboral en el que, por otro lado, muchas veces se confunde este término con otro más pantanoso como es el del sacrificio- capaz de dar respuesta a una pregunta que quizás habréis oído en boca de alumnos, compañeros de profesión e incluso vosotros mismos: ¿qué sentido tiene la educación, y la labor de los que os dedicáis a ella? Una cuestión que a buen seguro no tiene una sola respuesta, pero que pretendemos abordar desde la siguiente película y libro, que ofrecen sendas lecturas sobre el carácter vocacional de la profesión docente y de cómo ésta influye en el buen funcionamiento de instituciones educativas como, por ejemplo, la universitaria.

Una película… Hoy empieza todo, de Bertrand Tavernier

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Ovacionada por una parte importante del público y la crítica en el momento de su estreno en 1999, y premiada no sólo en festivales como el de Berlín o San Sebastián si no también por parte de algunos sindicatos educativos, Hoy empieza todo dibuja la institución escolar como un dique que contiene, y gestiona en la medida de sus posibilidades, todas las problemáticas de la sociedad de la que se retroalimenta. En este caso, un barrio marginal situado en un pueblo francés del norte del país en el que la tasa del paro alcanza el 35% de la población activa debido a la crisis económica que ha afectado al sector minero, el más productivo de la zona. Una tragedia social que se concreta a las puertas de la escuela dirigida por Daniel Lefebvre (Philippe Torreton) cuando la madre de una de sus alumnas, completamente borracha, abandona a la niña y a su hermana, aún un bebé, a las puertas del colegio. Consternado pero decidido a encarar la situación, Lefebvre y el resto de la comunidad docente de la escuela se arremangan para ofrecer refugio a los niños y niñas que cada día asisten a sus aulas ante las inclemencias de una situación socioeconómica que amenaza con destrozarles la infancia y también sus posibilidades para acceder a un futuro mejor. Aunque, por el camino, la labor social de la escuela será puesta en entredicho por todos aquellos vecinos que consideran que se está sobrepasando en sus funciones. A partir de este punto de partida, y gracias a unas maneras audiovisuales próximas al documental, el director Bertrand Tavernier elaboró una película dura y triste (hasta el punto de ser acusada de miserabilista cuando llegó a los cines) que sin embargo también ofrece el retrato de un conjunto de profesionales que, con su esfuerzo y vocación, otorgan a la escuela en la que trabajan la condición de cobijo ante la miseria y la ignorancia que les rodea. Una película que se ha convertido en un pequeño filme de culto de todos los situados en entornos escolares (y que no necesariamente se convierten en cine educativo por ese motivo) y cuyo discurso sigue siendo tan punzante en el momento de su estreno como, ay, también ahora.

Y un libro… Misión de la Universidad, de José Ortega y Gasset

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Y de una institución educativa como es una escuela pasamos a otra, de alumnado de edad más avanzada, como es la Universidad. Y lo hacemos de la mano de uno de los intelectuales españoles más importantes -y controvertidos- del siglo XX: el filósofo y ensayista José Ortega y Gasset (1883-1955), con un texto que originariamente fue planteado como una conferencia para la Federación Universitaria Escolar de Madrid. Una charla que se convirtió en todo un rapapolvo contra una determinada manera de entender la educación, especialmente la universitaria, y que, debido a los problemas de salud del ponente y a la pésima acústica del paraninfo en la que tuvo lugar, fue puesta en negro sobre blanco para su edición como texto impreso. Lo que nos permite, casi nueve décadas después, preguntarnos sobre la vigencia de los principios que le sirven de base: que la universidad -y por ende, el resto del sistema educativo- ya no cumplen con su misión de formar personas si no que han optado por formar “simples” estudiosos. Término que engloba a las gentes, crecientes en número a decir del autor de Misión de la Universidad, que debido a una educación que les convierte en expertos de una materia e ignorantes de todas las demás, volviéndoles incapaces de tener una visión de conjunto sobre el mundo que les rodea y en el que intervienen a ciegas y sin conocer, ni responsabilizarse, sobre las consecuencias últimas de sus actos. Una crítica feroz de un determinado estado de las cosas, que confluye con una defensa no menos acérrima sobre la necesidad de una educación vocacional que sirva para todos los ámbitos de la vida y el conocimiento y que, a decir de la buena salud editorial de este clásico del género ensayístico, sigue teniendo su eco en las generaciones posteriores a su primera publicación, en 1930.

Para saber más:

ArtículoCine, sistema educativo, responsabilidad social e influencia en el entorno ciudadano, por Redacción Aularia.

ArtículoMisión de la Universidad al servicio de la necesidad pública, por Margarita Márquez Padorno.